«Datong nos mostró el valor que tiene el patrimonio histórico de las ciudades en la China actual. Ninguno.»

Capítulo tercero: Pasado, Presente y Futuro.

 

En nuestro compartimento había dos literas así que lo compartimos con una mujer mayor y una chica joven que no se conocían. No me voy a alargar en nuestro viaje, pero puedo decir que no fue todo lo confortable y agradable que nos hubiese gustado. Pero llegamos a nuestro destino muy pronto en la mañana. Ya hacía calor y fuera, esperaban 50 taxistas gritando en busca de pasajeros que al vernos, se abalanzaron corriendo y chillando en nuestra dirección. Un guarda de seguridad los calmó facilmente, y nosotros, un poco al azar, señalamos hacia el que nos había parecido chillar menos.

La verdad es que fue un acierto y junto a él fuimos a visitar varios de los monumentos que se encuentran a las afueras de la ciudad.
En Datong probamos de verdad la riqueza de la gastronomía China. Es temporada alta de cangrejo de río y de marisco. Nos pusimos las botas, aunque como siempre demasiado picante para nosotros.

Aún así comimos durante las tres cenas que vivimos, gran parte de las especialidades de la región muy bien cocinadas.
Datong nos permitió reponer fuerzas, visitar dos lugares increibles que luego contaré, pero sobretodo, nos mostró de forma casi violenta, el valor que tiene el patrimonio histórico de las ciudades en la China actual. Ninguno.
Datong es una ciudad pequeña que debió ser muy tradicional en su arquitectura que tiene un casco antiguo precioso pero casi en su totalidad rehecho. Casas y construcciones de madera, muy bien realizadas conviven con los pocos templos que se han salvado de la quema.

Quedan los más importantes. Y cuando sales del centro más centro estás rodeado de esqueletos y ruinas de la que fue la ciudad más vieja en la que vivía la gente. A través de las ventanas sin cristales de las pocas edificaciones que quedan en pie, se vislumbran las grúas y los rascacielos. Mires donde mires, un nuevo país vertical se levanta ante nosotros.

Pese a todo esto, la parada en Datong fue genial.

Caminamos durante todas las tardes por ese esqueleto de ciudad en el que aún habitaban algunos vecinos. Qué forma más literal y brutal de contemplar el futuro que se avecina a toda velocidad. China no se anda con tonterías y antepone a su historia pasada, su presente y sobretodo su futuro.
Pese a todo esto, la parada en Datong fue genial. Ya nos sentíamos más cómodos viajando por China y pudimos visitar dos lugares para guardar en la mente. El monasterio colgante de Xuan Kong Si, pero especialmente las grutas de Yungang. Hace más de 1500 años se excavaron un total de 252 cuevas a lo largo de un kilómetro de ancho, las cuales fueron decoradas con más de 50.000 estatuas de Buda y Bodhisattvas. Impresionante.

Después de Bagán en Birmania, no habíamos contemplado tal magnificiencia del arte budista.
Al tercer día, después de pasear por la ciudad buscando templos aún no visitados nos dirigimos a la estación de autobuses para coger el bus de las 14h30 hacia Wutaishan, «la montaña de las 5 mesetas», lugar sagrado del budismo chino.

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