» La Ciudad Prohibida, el Museo Nacional de China, el panteón de Mao Tse Tung…»

Capítulo segundo: La Capital

 

Volvemos después de pasar toda la mañana en el banco a nuestra pensión cuando el olor a comida nos despierta nuestros instintos más básicos y nuestros estómagos empiezan a rugir. Vemos un pequeño restaurante de calle, con unas tres o cuatro mesas y entramos decididos. La camarera, sin aparentar ninguna sorpresa al ver a dos europeos sentados en su mesa nos acerca la carta.
Todo está en chino. No hay fotos y la carta contiene más de 100 platos diferentes. Miramos a nuestro alrededor. El restaurante está vacío. Muertos de hambre señalamos tres platos y esperamos a ver si el azar nos va a sonreir o no. A los pocos minutos nos llegan dos boles de sopa, con multitud de tropezones indescriptibles con fideos de arroz y un plato de carne de cerdo muy especiado. Ahora sí que estábamos en China.

Después de varias idas y vueltas, nos encontramos ante un nuevo control que nos acerca a la entrada del museo. Gigantesco, gratuito y repleto de obras que abarcan los 5000 años de historia de China, muestra sus piezas y tesoros más relevantes así como una colección de óleos que muestra la historia más reciente de china, desde la guerra con Japón hasta la actual. Fue nuestro primer Gran contacto con la grandeza China. Fue realmente apabullante. De regreso al hotel, aún apesumbrados por lo visto, salimos del embudo sin darnos cuenta y seguimos nuestro camino sin apenas mirar el mapa. Unos 4 kilómetros andando por calles repletas de restaurantes, colmados y tiendas, nos permitieron entender la magnitud de esa ciudad y lo diferente que era ese país de cualquier otro que hayamos visitado anteriormente.

Beijing es muy interesante. Visto con la perspectiva que tenemos ahora, en casa desde hace una semana, podemos decir que sin Beijing, China tendría un atractivo histórico-cultural y monumental muy reducido si Beijing no fuera la que es.

Al día siguiente, bien descansados volvimos a recorrer el camino del día anterior, pasando un tercer control al llegar a proximidad de la Ciudad Prohibida. Un muro de color granate de unos 5 metros de altura recorre todo el perímetro del monumento encerrando en su interior esa ciudad que ha sido la residencia durante 500 años de Emperadores y de sus cortes. Un recinto que fue el escenario de la película «El último Emperador» de Bertolucci.
Siguiendo la fila humana de centenares de turistas chinos, llegamos hasta la Entrada principal. Un cuadro retrato de Mao Tse Tung preside la gran puerta de la ciudad, protegida también por militares y policías engalanados, que le dan un aire solemne al acontecimiento. La Ciudad Prohibida es grandiosa. Cuando cruzas el tercer templo o edificación principal y crees que estás llegando al final, viene otra y luego otra más. Tardamos 4 horas en cruzar transversalmente la ciudad. Un viaje al pasado y al cinema repleto de turistas chinos vestidos de chinos. Como fotógrafos que somos le vimos a esto, un buen tema con el que jugar, ya que iba a ser imposible capturar imágenes evitando a la gente.

3 días y medio después viajamos durante la noche hasta Datong.

Los turistas chinos, que contemplan durante sus vacaciones la historia de China, iban a ser parte primordial de nuestra historia en China.
Después de comer otro Hotpot, cogimos el metro , ultra moderno, y nos dirigimos hacia el Summer Palace. El Palacio es hoy en día un extenso parque de casi 300 hectáreas, a orillas del lago Kunming repleto de residencias, teatros, pagodas, muelles. Paseamos durante horas por sus parques y lagos hasta encontrarnos con un hombre armado de una especie de violoncello tradicional tocando a orillas del lago. Fue realmente la primera visión del algo 100% bello que tuvimos durante el viaje. El hombre, su ropa, la quietud, la luz, la música… Ahí había una fotografía. Faltaban varios parques y templos más pero sobretodo ir a La Gran Muralla de China.

Un bus local que sale cada 30 minutos cerca de nuestro hotel nos llevó directos y muy facilmente a Badaling. La zona que dicen más bella para recorrer la muralla pero que a la vez es la más turística.
Subimos en teleférico hasta el acceso a la muralla. Diréis quizás, que deberíamos haber subir a pie. Pero la verdad es que hay que darse pequeños lujos a veces. 34º de temperatura y el cansancio ya acumulado ayudan también.
Podemos decir «Yo estuve allí» pero no es uno de los grandes recuerdos que nos traemos con nosotros.
3 días y medio después de aterrizar cogemos un tren litera nocturno y viajamos durante la noche hasta Datong.

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